lunes, 26 de marzo de 2007

Jet Lag

Acabo de llegar de Barcelona: visita relámpago de fin de semana.
Mientras tomaba un café antes de empezar el trabajo diario he recordado un libro, Mundo Espejo de William Gibson. Áltamente recomendable.

Cinco horas de jet lag, y Cayce Pollard se despierta en Camden Town para hacer frente a los temibles predadores de sus trastocados ritmos circadianos dando vueltas y más vueltas.
Es esa antihora apagada y espectral, anegada de mareas límbicas, en la que el tronco cerebral se agita caprichosamente, trasmitiendo inadecuadas exigencias reptilianas de sexo, comida, sedación, todo lo anterior, y nada de lo cual es ahora una opción posible.
Ni siquiera la comida, porque la cocina nueva de Damien está tan desprovista de contenido comestible como sus escaparates de diseñador en Camden High Street. Muy hermosa: los armarios superiores revestidos con contrachapado amarillo canario, los inferiores de impoluto color manzana lacado. Muy limpios y casi totalmente vacíos, excepto por un envase de cartón que contiene dos pellas resecas de Weetabix y algunos paquetes sueltos de infusiones de hierbas. Nada en absoluto en la nevera alemana, tan nueva q su interior sólo huele a frío y a monómeros de cadena larga.
Ahora sabe, sin lugar a dudas, mientras oye el ruido constante que es Londres, que la teoría del jet lag de Demien es correcta: que su alma mortal se encuentra a leguas detrás de ella y está siendo recogida por algún fantasmal cordón umbilical desde la estela desvanecida del avión que la ha traído aquí, a decenas de miles de metros por encima del Atlántico. Las almas no pueden moverse con tanta rapidez, se quedan rezagadas y hay que esperarlas, al llegar a destino, como maletas perdidas.

Ahora volveré a pasar por el mostrador, a ver si ya han encontrado la mía.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

pues parece interesantísimo!!!! tu quieres pervertirme, primero el cacharrito este de videojuegos y ahora con los libros... ;) saludines wapo!